Lado izquierdo, muro a la izquierda en Rekalde.

Son dos. Dos muros a la izquierda que duermen pies con cabeza, barrio de Rekalde en Bilbao. Cubiertos por el viaducto. Como un tejado. Un tejado con el que se carga a cuestas. Por encima de los deportes de pelota.

 

Dos murallas resguardadas. En un barrio renovado en 1982. Un barrio recubierto, que no teme que el cielo se le eche encima. Un barrio que aguanta firme. Aquí el techo a derribar no es de cristal. Cemento coronado en asfalto. Y los que pasan por encima, no saben lo que se pierden. Pues la vida está abajo. Como un pueblo, un barrio vivo, animado, comercios de todo tipo; supermercados que quieren darse importancia, panaderías, fruterías, muebles, bares –una multitud- tres uno pegado a otro, en la esquina de la calle Biarritz! Una constelación de bares. Un refugio para el escritor, los peregrinos y las sirenas vengan de donde vengan.

 

¿Una multitud de bares? No.

 

Un sinfín de encuentros, sin equivalente, en el metro cuadrado. El arte de las mezclas, del servicio, de la tentación, en el centímetro cuadrado. Servicio seductor. El verbo atraer.

 

El saludo cortés: “Caballero”, “Guapa”, “Chicos”, como le tirarían de la manga… cogiéndole de la mano. Justamente, de la mano, hablemos de ello. Un pequeño balanceo de muñeca para verter la leche en su jarra de inox, antes de mezclarla con el café. Un aire de preliminar. El gesto dominado. Un detalle, como una convicción con la fuerza de la costumbre, de la convicción, o de un mimetismo de calidad. La reproducción, el signo exterior de una maestría, experiencia provista de gestos simples.

 

Las áreas de recreo, con muros a la izquierda, recubiertas a pesar de ellas, constituyen, además, su principal función, un refugio. Si la plaza destinada a áreas de juego para niños, crecidos, educados, mantenidos por abuelas, padres, madres, vecinos, es el centro vital del barrio, los muros a la izquierda se convierten, al anochecer, en abrigo afortunado para pobres errantes.

Algunos colchones por el suelo, un delgado bulto oculto, una manta por encima, son las camas, las moradas de los sin techo. Las huellas y el olor a pis, una bolsa de la compra a modo de letrina. Una criatura de Dios, una bonita cara devastada por el alcohol, el cigarro en la boca, una lata de cerveza en la mano, vacila en las escaleras. Me mira sin verme. Tira el contenido. Todavía tiene conciencia del mundo.

Una cara de hombre joven, la fuerza de una existencia miserable, brutal y dura. Una barba que esconde la parte inferior de la cara. Paréntesis horizontales bajo los ojos, como para fijar un límite inferior que no hay que sobrepasar. Una piel enrojecida por la circulación. De esa que nos convierte en mortales, todavía más, siendo vitales…

Pelo negro, como sus ojos de arrendajo. Es mediodía. Ha bajado las escaleras sin caer. El trayecto está aún gravado en su memoria. Abajo, en la acera, sujeta el carro de desechos, como uno se agarraría a una balaustrada.

Una silueta tambaleante, con unos vaqueros y una camisa oscura, un cowboy abandonado por la manada…

Traducción: María Tomé Jimeno*

 

Maria Tomé Jimeno : Muchas gracias a ti. Quizas en 2019 tendremos la oportunidad de hablar tomando una cerveza, por la Plaza Berria o sus alrededores. Abrazofuerte

PS/ Me gustaria seguir con cronicas traducidas en castellano y euskera…

Si les interesa alguien…

cabaclarita@gmail.com

 

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